Valparaíso, una ciudad con vocación global
La histórica condición global del puerto de Valparaíso puede rastrearse a través de diversas disciplinas y miradas. El caso de la arquitectura, o más específicamente, de la configuración urbana que hoy observamos – instalaciones portuarias incluidas – es un buen ejemplo de ella. Tan interesante como los propios edificios es la historia y circunstancias que los vieron nacer donde las aportaciones foráneas son indiscutibles. La consolidación urbana de Valparaíso iniciada a partir de la segunda mitad del siglo 19 es indisociable de los grupos de inmigrantes que llegan al puerto, atraídos por las oportunidades económicas impulsadas por las políticas económicas impuestas tras la Independencia. Valparaíso se nutrió de todas las oportunidades que ofrecía el intercambio global que se deprendían de la situación privilegiada que ostentó por varias décadas en las rutas de navegación mundiales. Obras de arquitectura que albergaron edificación pública, oficinas comerciales, industrias, viviendas, así como la infraestructura portuaria son un testimonio de este hecho. Aquí es donde la huella de los extranjeros es visible, por las aportaciones que hacen a la imagen de la ciudad, tanto en obras individuales, sectores o infraestructura diversa.
Estas colonias extranjeras dejaron su estampa en diversos sectores de la ciudad – la propia toponimia lo confirma – ya sea por su contribución al desarrollo de la misma o por la conformación de barrios con una clara identidad. Este fue el caso de los cerros Alegre y Concepción donde alemanes e ingleses residentes instalan sus viviendas, escuelas, iglesias y otras instituciones, otorgándole un sello distintivo que sigue caracterizando el lugar, a pesar de cambios en los usos y la diversidad de residentes. La condición global que deja traslucir la arquitectura se manifiesta en el empleo de técnicas constructivas, materiales y estilos foráneos, que abundan en otras ciudades puertos de toda América, donde estas mismas colonias se radicaron. Cabe destacar, no obstante, la lección de los destructivos terremotos de 1822 o de 1906 que repercute en la forma de construir y diseñar, evidenciando que no bastaba con importar estilos en boga en Europa, sino que fue necesario arraigarlos a las condiciones que imponía este territorio.
Los italianos fueron otra de las colonias más importantes. Su legado en términos arquitectónicos fue considerable hasta avanzado el siglo 20: el marcado estilo neoclásico que exhibía la ciudad en edificios públicos, arquitectura religiosa o residencial lo ilustra; importantes edificios diseñados por los arquitectos triestinos Arnaldo Barison y Renato Schiavon como la biblioteca Santiago Severín o el Palacio Babburiza, son parte de su valioso legado. Cabe mencionar la antigua Fábrica Costa, levantada en los años 20 por inmigrantes italianos, y que forja un barrio industrial en las faldas del cerro O’Higgins, época en que la actividad industrial aun era un motor de desarrollo en la comuna.
Estos son sólo algunos ejemplos de la huella que dejaron las colonias en Valparaíso, ya sea mediante operaciones sistémicas que conforman tramas o barrios, o bien representado en obras individuales de maestros extranjeros que trasladan las vanguardias europeas al puerto de Valparaíso.
La ciudad para finales del siglo 19 está bastante configurada en términos urbanos: consolidación del sector comercial, cívico y equipamiento en las partes bajas, y residencial en quebradas y mesetas de los cerros. La zona portuaria, sin embargo demandaba de una modernización de su infraestructura para optimizar sus operaciones que seguían desarrollándose de forma anacrónica. La larga discusión no estuvo exenta de polémicas y posiciones encontradas, apoyadas en consideraciones técnicas, económicas y políticas, en un escenario que recuerda el debate ciudadano actual sobre las obras de – una vez más – modernización del puerto, para hacer frente a nuevos requerimientos. El tema era complejo además por el desafío que suponía hacer frente a las condiciones de la bahía: exposición, profundidad y características del suelo. Se suceden una serie de iniciativas, con participación también de profesionales extranjeros, destacando especialmente los notables estudios técnicos y propuestas del ingeniero holandés Jacobo Kraus que, si bien no llegan a materializarse según lo proyectado, sirvieron de base a la construcción de obras tan notables como el rompeolas, inaugurado en 1912, un hito en la historia de las obras marítimas a nivel mundial.
Revisar los procesos históricos que configuraron la ciudad puerto de Valparaíso, la relación con otras actividades económicas, con sus habitantes, se presenta como una oportunidad para reflexionar acerca de las circunstancias que situaron a Valparaíso a la cabeza del comercio marítimo del Pacífico, dejando de paso un legado construido que evoca esa temprana globalización. Pareciera obvio que la vocación global de Valparaíso está en su condición de puerto, y en esta última los fundamentos de su identidad, sin embargo parece no ser una afirmación siempre compartida o consensuada que plantea hoy interrogantes, donde cabe esperar que el debate y especialmente las propuestas aporten a la interesante historia urbana del puerto.
Marcela Hurtado Saldías
Arquitecto
Académica Departamento de Arquitectura
Universidad Técnica Federico Santa María
@HurtadoMarcela
Fuente original: Mercurio de Valparaíso
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