Ya a finales el siglo XX Valparaíso perdía su hegemonía como puerto principal en cuanto a volúmenes de carga. Las nuevas tecnologías, en especial los contenedores y las grandes grúas, esquilmaron las huestes de trabajadores portuarios, la privatización de los terminales portuarios privatizó las actividades, los dineros y negocios comenzaron a ser administrados en entidades privadas, cuyas oficinas y controladores estaban mayoritariamente en Santiago.
Hoy esta cada día mas claro que la actividad portuaria ya no es lo mas importante en la economía de la comuna de Valparaíso y que todas las inversiones del puerto de los últimos años, guardan relación con la entrada y salida de camiones y barcos con contenedores, cuya carga, hermética y acorazada, tiene orígenes, ganancias y destinos muy remotos a la comuna.
Por supuesto, esta será una opinión discutible, de un académico de arquitectura, que mas encima es de formación ingeniero. A pesar de que el tema se conversa en nuestros pasillos y entiendo que, todos tenemos opiniones disimiles, esto es lo propio de la universalidad de una universidad, somos una escuela de arquitectura de Valparaíso y como tal, debiéramos aportar al debate de nuestro futuro como ciudad. Por ello escribo esta columna.
Técnicamente hablando, me gustaría partir por un análisis de los Tsunamis. Son éstos eventos que se dan muy a lo lejos, pero suelen ocurrir cuando menos se esperan y de un tamaño que nadir calcula. Teniendo el océano mas grande del planeta justo en frente, pueden ser varias las causales de olas gigantes azotando Valparaíso. Incluso pudiese ser un terremoto grande en Japón, un maremoto nacido en Chile en 1960 mató docenas de personas en las costa japonesas. También puede ser un terremoto submarino en el encuentro de las placas de Nazca y la Continental Sudamericana. Nazca, que es mas pesada, se subduce bajo la Sudamericana y se mueve unos 6,8cm cada año, este fenómeno que ha producido algunos terremotos con maremotos notables, pasa justo al frente a Valparaíso, también hay movimientos de la propia placa sudamericana con algún terremoto cercano, que igual mueve ida y vuelta el mar en grandes olas.
Históricamente el SHOA muestra un plano basado en un evento de 1730, que arrasó con los almacenes portuarios de esa época hasta las faldas mismas de los cerros de Valparaíso y cubrió, con agua de mar y olas, el territorio que ocuparía a futuro el barrio del Almendral. Las grandes olas subieron también en 1906 por el ese entonces estero de Las Delicias, hoy Avenida Argentina, chocaron con el cerro de al fondo, diez cuadras más arriba y volvieron sobre la explanada que ocupa hoy el Congreso de la República.
Aun tenemos en memoria los impactantes videos tomados en Japón durante el último tsunami el año 2010, en plena era de la cámara digital barata. Nunca habíamos tenido testimonios visuales de esa índole. El principal actor de todo el desastre causado en las ciudades costeras de Japón fue precisamente el contenedor marítimo de carga. Miles de contenedores metálicos flotantes se convirtieron en proyectiles mortales y destructivos por allí por donde pasó el tsunami, provocando destrucción y muerte de ida y de vuelta.
Luego en Chile el 2015, en el aluvión de Chañaral fueron grabados también contenedores metálicos bajando a gran velocidad en compañía de casas arrasadas, decenas de muertos, vehículos y toneladas de escombros.
Después de ver tantas grabaciones de contenedores flotantes asesinos, no me cabe duda que colocar frente a la ciudad esas plataformas que prometen los futuros terminales portuarios, para recibir y embarcar miles de contenedores en acumulaciones de hasta 6 pisos de altura, es una idea, por mas decirlo, criminalmente irresponsable con la ciudad. No por favor, yo voto en contra de esos terminales. Ya sé y entiendo que es mucha plata y un fantástico negocio para unos pocos, pero la amenaza es para muchos, que además son sólo inocentes habitantes locales y no tienen ni tendrán nada que ver con ese futuro puerto de carga.
También hace años se discute la peregrina idea de levantar un “mall” de comercio, justo allí donde el mapa de 1730 muestra su peor cara. Además el proyecto de hoy se presenta acompañado con su buena carga de contenedores estacionados delante. Aparte del posible aluvión de contenedores cargados, el tema de un evento oceánico catastrófico en ese lugar es peor. El punto de evacuación segura mas cercano en caso de tsunami es la parte media del Cerro Barón, que está a unos 700 metros, llenos de obstáculos, del supuesto futuro Mall con miles de personas. Nadie a pie se salvaría en el caso de una ola gigante.
De acuerdo con el protocolo usual de tiempos entre terremoto y maremoto, las miles de personas (consumiendo en el los pisos de Mall) tendrían solo 20 minutos para escapar a zona segura, lo que es desde ya imposible. Ya sé que tener un mall allí es un negocio fantástico para unos pocos, los mismos de siempre. Pero la historia costera de los últimos 300 años no lo recomienda. Se que hay muchos otros argumentos a favor y en contra de este proyecto, pero este es demasiado concreto.
Si aceptamos que un puerto de transferencia de contenedores no es un negocio para la comuna, que un Mall, como encierro para miles de fanáticos consumidores en ese preciso lugar es complicado, debemos aceptar por otra parte, que Valparaíso es un destino turístico interesante para todo visitante. Para un extranjero culto, la carga mítica del puerto de Valparaíso es suficiente para querer llegar a él y conocerlo. Bienvenido sea un buen puerto de turismo, en una ciudad que hoy en día mal mantiene una pequeña área del plan de Valparaíso como patrimonio de UNESCO y que ostenta fuera de allí un patrimonio no reconocido, intangible real y enorme, que está contenido en la fantástica y audaz historia de cómo el porteño hizo ciudad, encaramándose por la geografía imposible por los cerros de una ciudad pobre, siempre en riesgo, nunca planificada.
Así como hacer un puerto turístico bien estructurado, sería de alto beneficio para la comuna, lograr que la ciudad tenga, por fin, acceso directo al mar y lo pueda tocar con sus manos, una ciudad conectada entera por teleféricos y funiculares, con áreas de esparcimiento y deporte costero, regatas de remo, regatas de vela, paseos y restaurantes, todas esas cosas harían un gran aporte en beneficio de hacer de Valparaíso un ciudad para vivir sano, con buena vista y con buena calidad de vida.
Valparaíso es además, una ciudad para estudiar, hoy mas de la mitad de su población estudia, miles vienen a estudiar en Valparaíso, desde el jardín de infantes hasta el post doctorado. Estudian, se alojan, alimentan, transitan y se entretienen. Valparaíso hoy en día ya no gana con el puerto de carga. Además, no fabrica casi nada, las fábricas están al interior de la región. Hay que asumir que Valparaíso es una ciudad amable, en el sentido de ser susceptible de ser amada, sus habitantes aman la ciudad y les gusta vivir aquí. Muchos de sus habitantes mujeres y hombres emprenden a nivel creativo, se innova y emprende en todos lo barrios.
Valparaíso es un gran anfiteatro que mira al sol y al océano Pacífico y su destino en el siglo XXI, es el de ser un lugar para vivir bien y mirar un mar limpio, sin las columnas de camiones con contenedores amenazantes, amontonados frente a la ciudad, que cierren el acceso, el paso y la vista.
Msc. Ing. Pedro Serrano Rodríguez
Unidad de Arquitectura Extrema
Departamento de Arquitectura UTFSM
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