Últimamente hemos visto que se han instalado sendas piletas, además de jardineras, en las áreas verdes del Campus Casa Central de nuestra universidad. En mi opinión, hay un desacierto muy grande en esta acción específica, ya que -probablemente sin intención- se atenta contra la originalidad de una obra de arquitectura, reconocida transversalmente por su valor arquitectónico y paisajístico.
En este sentido, vale la pena recordar que nuestro campus recibió el Premio Obra 2008, distinción otorgada por la Comisión Bicentenario Chile 2010, reconociendo a la Casa Central USM como una de las 18 edificaciones que se han transformado en un hito urbano. Lo anterior, en su momento, se festejó de manera entusiasta por nuestra comunidad, pero pocos avizoraron la responsabilidad que ello implicaba. Somos custodios de una obra valiosa y debemos -en consecuencia- actuar con cautela y de manera informada a la hora de proponer modificaciones en nuestro campus, lo que -desde luego- incluye los jardines.
Pretender imitar el pasado en el presente es un tema teórico de antigua data en la arquitectura. A este dilema se enfrentaba Brunelleschi al tener que diseñar la cúpula de la catedral de Santa María del Fiore (1420/1436), cuyo estilo original era el gótico toscano. ¿Qué hacer: imitar lo antiguo, diseñar algo totalmente nuevo rompiendo con el pasado o algo nuevo integrándose al pasado? Instalar objetos fuera de tiempo y lugar en un jardín patrimonial pertenece al mismo tipo de debate.
Me referiré en este caso tan solo a las piletas. Estas tienen dos componentes: la fuente o plato contenedor del agua, de data aproximada 1940 y que acusan una clara influencia Bauhaus; que en este caso son de lo que se denomina localmente como mármol reconstituido, el que consiste básicamente en una argamasa de cemento blanco, arena y partículas de cuarzo. A lo anterior se ha sumado una figura a base de fibras plásticas que imita a figuras humanas de carácter renacentista. La pregunta que cabe a continuación es: ¿Qué hace una pileta que simula un objeto renacentista en un jardín botánico de inspiración gótica?
Seguramente parte del argumento utilizado en estos casos -para justificar las obras- dice relación con la intención de embellecer nuestras instalaciones. Vale la pena entonces reflexionar un poco en torno a la idea de belleza y -para este caso- recordar la idea platónica, más tarde revalorizada por San Agustín, de que “la belleza es el esplendor de la verdad”. ¿Puede ser entonces bello un objeto falso, de plástico, que imita a un original en mármol y que se instala con el telón de fondo de una arquitectura neogótica escolástica?
En mi opinión: simplemente no y, para ser más expresivo aún, el resultado es un engendro espantoso.
Me he animado a llamar la atención acerca de este tema, ya que -de lo expuesto- se deduce cuán laxos hemos sido en el cuidado y preservación de nuestro patrimonio, coincidiendo con la falta de conciencia nacional en este tema.
Luis Pablo Barros Lafuente
Profesor Departamento de Arquitectura
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