En Latinoamérica todos nuestros países presentan déficits de vivienda, vale decir no se cumple el artículo 25.1 de la Declaración de derechos humanos de las Naciones Unidas:
“ARTÍCULO 25.1 Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
En particular el derecho a la vivienda, digna, (que es otro tema a definir, la dignidad es cultural)resulta difícil en nuestro continente por los grados de pobreza, insuficiencias políticas y económicas de los estados, los costos de los materiales, la especulación económica con el suelo, la migración campo ciudad, las migraciones entre estados, los desastres naturales, la desocupación, el crecimiento poblacional, y sobre todo los grandes desequilibrios o brechas socioeconómicas provocados por los modelos de desarrollo que cada país instaura. También por un brecha tecnológica relativa a las tecnologías accesibles y las innovaciones disponibles.
“Según el WRI (World Resources Institute), se estima que en el planeta 1.600 millones de personas carecerán de una vivienda adecuada para el año 2025.”
Dentro de todo este marco la “vivienda de interés social” tiene diferentes definiciones según los países. Por ejemplo en México “Las viviendas de interés social están destinadas a aquellas personas que obtienen ingresos menores. Es decir, a víctimas que por causa de situaciones medioambientales perdieron sus hogares o a derechohabientes que perciben menos de cuatro salarios mínimos”.
Por su parte en Chile tiene también una definición económica: “ Basta con que la vivienda acredite en la Dirección de Obras respectiva de cada municipalidad, mediante un Certificado de Avalúo Fiscal Detallado, que su valor es inferior a 400 UF para obtener un Certificado de Vivienda Social”.
Sin embargo, el asunto es necesariamente más complejo, sobre todo en Chile, que es un país plurinacional, (aun no lo reconoce), pluricultural y con una enormidad de climas distintos y situaciones territoriales diversas. Cada habitante, cada familia, cada agrupación humana en nuestro territorio, requiere de un enfoque particular, asunto por lo demás reconocido en muchas instancias, lo que aclara que no hay “una solución” al problema habitacional en Chile y que por décadas, el estado cometió el error de construir las mismas edificaciones en Arica y en Punta Arenas. Hoy eso se supone superado, las normas y programas de vivienda se diferencian por una normativa térmica, siendo eso si, que lo térmico no lo es todo.
En el tiempo de trabajo en vivienda de “interés social” que lleva el autor (desde 1976), se han sucedido muchos enfoques pruebas, innovaciones y proyectos de implementación real, donde los ambientes y marcos conceptuales han empujado nuevas experiencias.
Durante la dictadura en el año 85 la zona central sufrió uno de esos terremotos que se repiten en la historia, esta vez fue un 8,1 Richter, que se abatió sobre las zonas de Valparaíso, Melipilla y San Antonio. Allí la experiencia en terreno, (CETAL; ONG) nos indicó que el terremoto real era social y tenía ya décadas de desarrollo.
Entré a trabajar en San Antonio una semana después del terremoto, en plena emergencia, con un proyecto de CETAL Centro de estudios en Tecnologías Apropiadas para América Latina con apoyo financiero europeo y en conjunto a la vicaría Rural Costa de la Iglesia Católica Chilena (Cardenal Silva Enríquez). Apoyado en terreno por Alejandro Witt, Arquitecto recién titulado y ex alumno la Universidad de Chile sede Valparaíso.
Ya antes del terremoto Vicaría atendía 8 “ollas comunes” en San Antonio, formadas por familias, entre 20 y 60 familias cada una, todas de una variedad de constituciones: sólo adultos mayores, parejas sin hijos, monoparentales, biparentales, extendidas, allegados, etc. etc. Todas en extrema pobreza, en una ciudad sin trabajo, pobre acceso a la salud y pobre acceso a la educación. La mayor parte de las familias era migrante desde la capital, de las zonas rurales, o pobres urbanos, hijos a su vez de pobres urbanos.
La gran mayoría de los hogares atendidos por las ollas comunes estaba asentado en “asentamientos urbanos irregulares” o las conocidas “tomas” o más despectivamente “poblaciones callampa”, donde la unidad de vivienda básica era la mediaguas (Baldo Santi[1]) desarrolladas por Fundación Vivienda, Hogar de Cristo. Una caja de 3 x 3 metros, muchas veces sin piso, paredes sin aislación térmica y techo de calamina. 2 de estas unidades juntas constituían una “mediagua” donde en 18 m2 solían habitar una y hasta 2 familias, encontramos muchas mediaguas de piso de tierra, con hasta 8 incluso 10 personas habitándolas.
Hogar de Cristo planteaba en esa época, que la mediagua era la solución de “vivienda social” para todo Chile, la mediagua de producción industrial, artesanal, construida incluso por grupos universitarios de emergencia, fue durante décadas (aun lo es) la unidad habitacional rápida, que todos los municipios guardan, para enfrentar emergencias catastróficas: terremotos, aluviones, incendios, erupciones volcánicas, maremotos, incluso llegó a contarse, muy erradamente, como “solución habitacional”.
El problema de la mediagua, inicialmente propuesta para la emergencia, fue que dejó de ser transitoria, se transformo en vivienda permanente, sin cumplir ninguna de las exigencias de espacio, bioclimática, salud, y dignidad requeridas por una vivienda social en los términos actuales.
La mediagua perpetuó la pobreza, la simbolizó, arraigó a miles de familias chilenas a un estándar de vida bajo la línea de pobreza.
La vivienda progresiva
Una unidad básica de 3x3m de esta propuesta de Fundación Vivienda, podía y puede ser aun, la unidad de partida más barata accesible para iniciar una toma, para una familia recién iniciada, en poco tiempo, otra unidad igual complementa la mediagua con la posibilidad de tener 2 ambientes. Luego con 4 unidades o 2 mediaguas, es posible disponer de 36 m2. Si se mejoraban los aleros, se agrega cielo con una una cámara de aire, se logra poco a poco forrar por dentro, adaptar ventanas estándar de 1 m2, incluso agregar aislación térmica mínima (p.ej. 5 o 10cm de poliestireno expandido de baja densidad), un pequeño acceso techado, 1m2) etc. Se puede ver así como la “vivienda progresiva” es un invento popular bastante antiguo, que es posible de registrar hoy el 2021 en todas las tomas y campamentos más consolidados de Chile. Tiene la ventaja de ser modular desarmable y transportable.
De allí que en las tomas de terreno y en las que logran consolidar sus propiedades (todo un proceso casi de manual) se consolida esa “Arquitectura Sin Arquitectos”, progresiva y autoconstruida, que define buena parte del panorama habitacional chileno actual.
En el taller de viviendas implementado por CETAL a cargo del autor, el año 85 en la emergencia de San Antonio, se tomó este arraigado concepto: la vivienda popular progresiva, y se estableció un sistema de moldes y herramientas que permitió, principalmente a mujeres, construir solidariamente cientos de paneles, en un sistema donde lo que se fabricaba no tenía dueño. Era de la comunidad o comité. Los paneles podían tener tres opciones: cubierta de tapa cepillada, tinglado, e incluso caneado para posterior relleno con barro y paja, la primera aproximación a la quincha mejorada de los 90.
Luego, con proyectos de la cooperación belga se desarrollaron 2 sistemas más de vivienda progresiva y se logró licitar (Minvu) como una empresa spin off “Casa Quinta Limitada.”( Serrano y Witt) Dos programas de vivienda de interés social con la idea de vivienda progresiva, basada en dos módulos, uno totalmente terminado con instalaciones, aislantes y cubiertas de calidad, asociada a un módulo estructural techado y abierto [2], eso en 1986, que en la realidad, en una semana, las familias completaban su cerramiento y en un par de meses agregaban todos los servicios, esta estrategia basada en la solidaridad y la auto construcción comunitaria, fue vencida ya en 1988, por el dominio sobre los bancos y el SERVIU que tenían empresas como COPEVA[3] (con directores DC E. Frei Ruiz Tagle, E. Perez Yoma). Que podían licitar miles de unidades, sacar las garantías en sus bancos relacionados y donde reducir un par de sacos de cemento, (que fue lo que hicieron y se convirtió en escándalo), permitía ahorrar millones de pesos en economía de escala, miles de malas viviendas sociales, alguno cientos de las cuales se debieron demoler.[4]
Así, nuestro equipo pudo discernir en terreno y en la práctica, que las vivienda de “interés social” tenían muchas sub-acepciones (entre otras):
- Vivienda progresiva nacida en una toma o asentamiento irregular que, con el tiempo se regularizaría en lo técnico y en lo legal, para ello el trazado de calles plazas, colegios, lugares de culto, etc, debiesen estar presentes en los planificaciones de las tomas y por supuesto casi nunca lo están.
- Viviendas para erradicar toma fallidas
- Vivienda de reemplazo post catástrofe
- Vivienda de asentamiento rural, campesino, pesquero, minero
- Vivienda para acoger el crecimiento vegetativo de la población de bajos ingresos( comités de vivienda con personería jurídica)
- Vivienda para tercera edad.
- Vivienda para migrantes.
- Vivienda de transito, de emergencia, planificada para un transito circunstancial mientras se accede a una propuesta definitiva.
- Vivienda por autoconstrucción (familiar o participativa)
- Vivienda para comunidades indígenas
- Viviendas taller para pymes.
Los datos de hoy
Según los datos del Catastro Nacional de Campamentos 2019, (MINVU), “se contabilizaron en Chile 802 campamentos y se estimaron 47.050 hogares. Las regiones con mayor cantidad de hogares en campamentos son Valparaíso (11.228) y Antofagasta (7.641).”
Las familias que han quedado sin ingresos luego del estallido social y durante la pandemia están retornando a nuevas tomas y campamentos. Vale decir hay un incremento aun no cuantificado en los campamentos este año 2021.
El último análisis de la Cámara Chilena de la Construcción, en mayo 2020, indica que un 13% de la población chilena no tiene acceso a vivienda, viven en una estructura inhabitable o es allegado. Somos los Chilenos 19.458.504 habitantes según exacta proyección INE a mayo 2020, o sea 2.500.000 personas no tienen vivienda adecuada y el déficit mínimo es de 739.603 viviendas.
Es necesario reiterar aquí que la vivienda social, no es el habitáculo bioclimática y técnicamente correctos, si no que lo son también su terreno, su relación territorial, servicios de urbanización, servicios de salud y educación, accesos al trabajo, infraestructuras vecinales y por supuesto costos y áreas verdes consolidadas.
“El estándar de área verde que ha fijado el CNDU por habitante es de 10m2 y alcanzar esta meta será un gran desafío para la política pública. Debemos recordar que las áreas verdes son espacios de encuentro social, mitigadores de efectos ambientales adversos y lugares de esparcimiento y recreación”
De acuerdo a informe del Hogar De Cristo (2019), además, un 4,5% de la población no cuenta con servicios higiénicos, (vital para una cuarentena por pandemia) un 9,8% vive hacinado, lo que físicamente y mentalmente imposibilita una cuarentena o “distancias sociales” apropiadas.
Según la misma fuente; de los aproximadamente 2.500.000 de chilenos sin casa, 600.000 (3,4%) viven la pobreza multidimensional, pobreza en todas sus formas. Por otra parte, gente en condición de calle, o sea definitivamente sin techo, hay en Chile unos 20.000, muchos de los cuales se mueven por las regiones, buscando mejores intemperies. Todos estos dramas son los que afectan a una buena proporción de connacionales.
Agregamos aquí además miles de inmigrantes, según INE, marzo 2020: 1.492.522 extranjeros[5] viven actualmente en Chile, una gran proporción han quedado en pandemia sin sus empleos temporales, viven en precarias condiciones, miles intentan retornar a sus países, hay cuarentenas aquí y en el destino anhelado, han estado acampando, en pleno invierno 2020, fuera de sus embajadas, y son trasladados a albergues de emergencia, que no cumplen con ningún protocolo. Algunos pasos fronterizos como Colchane, frontera con Bolivia, se han saturado y desatado emergencia sanitaria, política y humanitaria durante enero y febrero 2021.
Salen a colación en este contexto los “conventillos o guetos verticales”, el gran invento de las inmobiliarias chilenas de mercado en el último decenio. Miles de personas en un sólo edificio. Por ejemplo, el de calle Coronel Souper 3202 en Santiago, el cual tiene 42 pisos y cuenta con 1.131 departamentos, 27 hogares por piso. Familias viviendo en espacios mínimos se encuentran prácticamente atrapadas en pandemia. Incluso en algunos de esos edificios fallan los ascensores y en otros, la gente del piso 42 comenta en la prensa, que ha esperado mas de dos horas un ascensor. Siendo el ascensor, además, una cápsula eficiente de transmisión aérea del virus, estrechamente confinada y con pasamanos y paredes metálicas donde se fija por días. Pensar los nuevos ascensores post pandemia es otro desafío interesante para la arquitectura.
Al menos por dos años o más esta pandemia nos tendrá respetando la llamada “distancia social”, que de acuerdo al país que se trate, fluctúa entre el metro y el metro y medio. Eso tendrá un gran impacto, ya lo está teniendo, en nuestros edificios y espacios públicos, allí donde deba concurrir mucha gente. Hoy día hacemos, debidamente enmascarados, colas en los supermercados, las farmacias, los almacenes, los bancos, los consultorios, el registro civil y las notarías. Todas ellas entidades que nunca tuvieron en la intensión arquitectónica de sus edificios el acoger en sus programas estos modos sociales de espera y atención, en espacios que hoy no les alcanzan. Habría que preguntarse, si las escuelas de Arquitectura del país y el mundo, están tomando en cuenta estas nuevas variables para imaginar futuros o siguen en la actitud de repetir los estilos pre-pandemia, en los talleres formativos y avanzados on line.
La pregunta que levanta la pandemia es como impacta esto a la dinámica de la vivienda de interés social, ahora con buena parte del estudio y trabajo en casa, ¿serán los espacios los mismos pensados y definidos años antes?
Otro tema importante que nos ha tocado trabajar como equipo de Arquitectura Extrema, es todo lo relativo al ciclo de vida de las edificaciones, mucho antes que la aparición conceptual de la “economía circular”, habíamos planteado que la responsabilidad ambiental de la arquitectura debiese considerar los impactos ambientales de todo el ciclo de vida de una edificación:
- El impacto en la producción y puesta en obra de los materiales (CO2, uso de agua desechos y combustibles).
- El impacto de la instalación de faenas en el terreno o territorio.
- El impacto de los procesos de construcción in situ o en pre fabricación, Hoy en día hay empresas implementando prefabricado en madera, hormigón o mixto metal-madera usando distintas técnicas digitales (CNC, kuka, etc.).
- El impacto de la ocupación y post-ocupación, energía, agua, sanidad, deterioros.
El ciclo de vida de post-ocupación, de una familia, inicio, primeros hijos, cambios espaciales por adolescencia, cambios espaciales por vejez, hijos que se quedan, familias que se agregan, hijos que se van, vivienda que se reformula interiormente, más todos los cambios en la vida de una familia, que se pensaron al definir la vivienda de interés social, que en efecto deberá ser de uso dinámico modificable, ampliable etc.
- Finalmente toda edificación puede sufrir cambios de destino, una vivienda también, así como sucede que un banco puede ser gimnasio y el gimnasio un restaurante.
- Y cuando las maderas mueran, el hormigón se deteriore, los ladrillos se deshacen, los diseños obsolecen etc. La arquitectura debiese hacerse cargo de cómo se reciclan, recuperan o disuelven la partes de la construcción. Vale decir arquitectura pensada para que al morir sea Cero Basura, ojalá en un ciclo de economía circular.
Las prótesis
Este concepto se aplica plenamente a la dinámica de desarrollo de una vivienda social autoconstruida, desde la pieza de 3×3 agregada al la mediagua progresiva, el “porsche o chiflonera” (sombreada o aislada según clima)de acceso como nuevo espacio adyacente, el colector solar de agua caliente, los equipos fotovoltaicos, las ventilaciones pasivas humectadas, los recolectores de agua, los invernaderos, los tubos de luz, los hornos de barro, las cocinas solares, las ventanas de termo panel, los muros trombe, los espacios de estudio por internet, las leñeras, las lombriculturas, los sanitarios secos, las conserveras por inercia en climas desérticos de altura, los secadores de ropa, pescado, leña o fruta, el taller pyme, los cuartos de herramientas o equipos, etc. etc. Las prótesis son parte integrante de la vivienda social chilena desde hace décadas y todas la prótesis obedecen a circunstancias climática y culturales de lo más diversas, para viviendas diversas, de familias diversas, climas diversos y materialidades diversas.
La invitación es aquí a pensar la arquitectura de vivienda social no como una máquina única de tecnología, si no como un complejo psico social, cultural material y ambiental que busca acoger dignamente la dinámica de la vida de la familias diferentes por algo más de una década. Un asunto para lo cual no hay UNA SOLUCION mágica aplicable a todo, si no mas bien una metodología de observar, participar y conversar con los usuarios, para determinar participativa y conversacionalmente todos estos complicados factores. La vivienda de interés social no es una respuesta salida de un tablero o programa CAD inspirado, y solitario.
Msc. Ing. Pedro Serrano Rodríguez
Director Unidad de Arquitectura Extrema
UTFSM; Valparaíso, Chile
Marzo 2021
* Las opiniones vertidas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten, y no representan necesariamente el pensamiento del Departamento y la Universidad.
[1] El religioso Baldo Santi Lucherini, de nacionalidad italiana, vive en Chile desde 1946, casi 48 años. Sacerdote de la Orden Madre de Dios, nació el 19 de mayo de 1921 en el pueblito de Bargas, provincia de Luces en los Apeninos. De sus padres, ambos de profunda fe y vida católica, recibe su primera formación religiosa, que lo lleva a ingresar al Seminario de la Orden en Luces, donde termina sus estudios regulares En 1956 se fundó Cáritas Chile, cuyo primer presidente fue Monseñor Raúl Silva Henríquez, quien invitó al padre Santi a colaborar. Una mediagua (también conocida como Vivienda de Emergencia) “estándar”, tiene su origen en la Fundación Vivienda. La más común, consta de 18,3 m² de superficie y dimensiones de 6,1m x 3 m, lo que sirve para albergar a una familia de 4 personas aproximadamente.
[2] Como nota curiosa, este concepto de dejar estructurada la mitad de la vivienda, idea de Alejandro Witt ( 1986), aparece 20 años después con Elemental, Arq. Alejandro Aravena que opbtiene el Premio global de arquitectura sustentable (2008, Premio Pritzker (2016)
[3] El largo epílogo de las casas Copeva, https://www.latercera.com/reportajes/noticia/largo-epilogo-las-casas-copeva/446639/
[4] Bajos de Mena.
[5] INE DEM 2018 2019 Venezuela 455.414,l Perú 235.165, Haití 185865, Colombia 161.153, Bolivia 120103, Argentina 79.464, Otros 255.275.